Y vuelvo a despertarme sin ganas de un nuevo día mientras la rutina me embarga.
Acurrucada entre las mantas de la desesperación observo como poco a poco el asco hacia mi ser me atormenta.
Las lágrimas caen rápidas por mis mejillas y oigo a mi alma muerta como grita pidiendo salir.
Miro hacia la derecha en la mesilla, donde la hoja de la cuchilla brilla por el reflejo del sol. El suicidio, valiente cobardía ~que ironía, ¿no?~.
La vida no es bella. Es un laberinto sin salida y estoy harta de estar siempre huyendo del pasado.
El cuchillo me aprieta en el cuello y me río psicótica cuando me veo en el espejo.
Kurt Cobain se suicidó para no consumirse lentamente.
No haré lo mismo, yo prefiero ir probando cada sensación de dolor que llega a mi corazón~

Y sigo aquí. Prohibiéndome recordar y aterrorizada por el olvido~

Entró mi corazón en esta nada,
como aquel pajarillo, que, volando
de los niños, se entró, ciego y temblando,
en la sombría sala abandonada.

De cuando en cuando intenta una escapada
a lo infinito, que lo está engañando
por su ilusión; duda, y se va, piando,
del vidrio a la mentira iluminada.


Pero tropieza contra el bajo cielo,
una vez y otra vez, y por la sala
deja, pegada y rota, la cabeza...


En un rincón se cae, al fin, sin vuelo
ahogándose de sangre, fría el ala,
palpitando de anhelo y de torpeza..